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LA TRAICION
Emboscando al público


Por: La Bacante


Domingo 9:30 p.m.: Fin de la función de la obra La Traición de Harold Pinter que bajo la dirección de Jorge Castro se viene presentando en la Sala de Teatro de Larcomar. Primeros aplausos de rigor y nada más. La puesta en escena me deja pensando: quién es primero o mejor dicho qué es primero el público o la intelectualización y experimentación del director. Si es el público: esta puesta en escena nos deja una sensación de claroscuro que pone pocos acentos en la partitura dramática y que genera esta percepción de no llegar a ninguna parte y de franco aburrimiento salvo por dos o tres partes en que son las actuaciones las que salvan la nave. Si es lo segundo, es decir las prioridades de la dirección, tiene su reconocimiento el esfuerzo del director por probar otras opciones al parecer en busca de su estilo personal.

De Jorge Castro no se nada desde el Caballito del Diablo en el que a pesar de no tener los recursos que maneja en esta puesta dejaba ver, en aquel entonces, un espíritu contestatario y una visión particular del universo juvenil. Contrariamente a lo que piensa el critico de cine Alberto Servat (El Comercio 05/08/2006), creo que si la puesta no logra ser contundente como mensaje y trabajo escénico es principalmente por la responsabilidad del director; quien apuesta por un estilo intimista que no adecua al espacio teatral en el que se presenta la obra; es por ello que para algunos de la primera fila del teatro les puede parecer interesante la puesta mientras que de la mitad del teatro hasta las últimas butacas encuentren incómodas, largas y sin sentido las excesivas pausas que hay en el diálogo de los personajes.

Domingo 7 p.m. Se apagan las luces; empieza la función. Escena inicial: Un hombre y una mujer sentados en un café conversan después de mucho tiempo. Las luces arbitrariamente se centran en la pareja; el hombre sale del foco de luz para buscar otro trago. Hasta allí la puesta promete irnos descubriendo que encubren en este diálogo un poco misterioso ( misterio acentuado por las pausas, que hasta allí no molestan). Concuerdo con el señor Servat en creer que la traducción es poco flexible y pudo haber optado por otras acepciones para algunas ideas que se discuten en la obra. Sin embargo, creo que finalmente el error esta en el exceso de pausas, falta de acciones físicas que encajen con los caminos de sentido que plantea el texto literario. Dicen que el teatro de Pinter debe tener mucha pausa; pues creo que no hay una única manera de montar la obra de un autor, sino estaríamos lejos del arte y cerca de la producción en serie.

Las actuaciones se mueven dentro de los parámetros que permite la dirección; es por ello que vemos a una Vanessa Saba que cumple con la visión minimalista del gesto, pero que no nos transmite más que frialdad y monotonía en sus textos con una voz que debe ser trabajada mucho más. Paul Vega le imprime algo de ritmo a esta triada, pero no construye un personaje que se aleje por completo de su actuación anterior ( El Hombre Almohada)y Miguel Iza intenta por momentos salirse del corset de la dirección imprimiendo cierta dinámica con matices y contenciones a este “menage de trois” ( relación de tres), pero sin lograr armar a ese editor británico típico.

Un día de la semana del año 1996; Británico de Miraflores: Escucho por primera vez fragmentos de La Traición de Harold Pinter; Robero Angeles nos la ha leído y en su lectura poco a poco vamos descubriendo como se fue tejiendo esta traición; fue algo que no vi en esta puesta. Los personajes todo el tiempo se sienten culpables y no hay esa progresión en sentido inverso en la que los personajes se van deshaciendo de ese lastre de la culpa para optar por la infidelidad y vivirla antes del ocaso. Mejor suerte la próxima vez para Jorge Castro y para la Traición.


Lunes 07 e Agosto del 2006.

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